Entre leones de peluche, txapelas, botas de vino, zamarras actuales, vintage, bufandas, camiseta... y demás parafernalia, un rollo de tela rojiblanca cuenta los minutos ante el mostrador de facturación en el aeropuerto de Loiu, casilla de salida de la expedición bilbaina a Bucarest. El rollo, rodeado de plástico, protegido, se significa en el paisaje a tiras rojas y blancas, que engalana la muchedumbre que espera para embarcar. "Mide 57 metros", indica un aficionado cuando se le pregunta por el telar. La etiqueta no deja lugar a las dudas. 57 metros. Una bandera gigante. "No, no es para el campo ni para el día del partido. Es para antes, para la noche anterior", advierte el grupo de aficionados entre los que pedalea Roberto Laiseka, también presente en el aeropuerto bilbaino. "¿Que para qué es esta tela? Es para decorar una discoteca que hemos cogido en Bucarest". La frase, contundente, tiene la dimensión suficiente y los ingredientes necesarios de una bilbainada: dícese de una aseveración hiperbólica, tendente a la exageración.
Ocurre que el pensamiento está cerrado desde hace días y las 600 entradas a 50 euros cada una para entrar al recinto del Bellagio están a punto de agotarse. "No hemos alquilado la discoteca como tal, el dueño nos ha dicho que para su alquiler necesita un aforo de 600 personas. Nosotros lo hemos conseguido. Ha sido un trabajo de varios días", exponen los ideólogos del plan para esta noche. "No es algo nuevo porque se trate de una final. En otros viajes de esta temporada por Europa hemos intentado que exista un lugar de reunión para los aficionados del Athletic. Aquí no se hace negocio. Se trata de que la gente esté a gusto y se lo pase bien".
A falta de un puñado de entradas que tienen la intención de repartir hoy entre los aficionados que arriben a Bucarest, el grupo de aficionados ha repartido entre varios componentes de la cuadrilla el dinero que deben abonar al dueño del recinto. "Era mucho dinero para llevarlo uno solo, así que lo hemos repartido entre tres. Mañana -por hoy- se juntará todo el dinero y se pagará. Después toca decorar el local para que la gente se sienta como en casa". Es en ese momento cuando cobra sentido la aparición de un rollo de 57 metros de tela rojiblanca haciendo cola en el aeródromo de Loiu.
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