Pese al triste final, gracias. Ese es el grito, el cántico, la palabra, que debe salir de las gargantas de los aficionados del Athletic. Gracias. Dirigido a una plantilla y a un cuerpo técnico que han firmado una temporada de ensueño, que quedará grabada en la mente de todos los hinchas a pesar de que no se ha podido culminar con un título, tras la abultada, contundente y merecida derrota en el Vicente Calderón frente al todopoderoso y mayúsculo Barça que ha despedido la era Pep Guardiola como empezó: ganando (0-3). Claro que este detalle posee una importancia enorme; es que lo que separa un ejercicio cercano a la perfección de una temporada sublime, gloriosa, excelsa. Sin embargo, caer en la final de Copa -pese a esta contundencia- y en la de la Europa League no debe hacer olvidar que un grupo de futbolistas de la tierra, comandados por uno de los técnicos con mayor prestigio del panorama internacional por su capacidad para revolucionar equipos aunque no por su palmarés, ha devuelto el placer por el fútbol a toda la familia rojiblanca. E incluso certificar que el Athletic es una escuadra con futuro, que esa travesía por el desierto de 35 años sin una final continental, y 28 sin levantar un trofeo, puede saltar por los aires en cualquier momento. ¿Por qué no la siguiente temporada? Por eso, por permitir soñar a miles de personas, el linaje rojiblanco debe gritar más alto que nunca «¡Gracias!».
Sí, es difícil que después de perder una final de esta manera tan dolorosa, la segunda en poco más de quince días, el ferviente y apasionado hincha mantenga la mente fría y sueñe con el próximo título. Pero la afición del Athletic es diferente, como ha demostrado con gritos de apoyo en todo momento, pese a las tres dianas en contra a la media hora. Ahora, después de la derrota, son normales las lágrimas, la tristeza, la desesperación... El desencanto que produce caer, aunque sea frente a un intratable Barça, que ha afinado sus instrumentos para interpretar una magnífica sinfonía en la peor jornada para los intereses vizcaínos. El cuadro de Guardiola es una máquina de hacer fútbol y sólo han hallado su particular kriptonita el Chelsea, con su estilo rácano, y el Real Madrid, con su letal pegada. La escuadra de Bielsa, como siempre, lo ha intentado, pero el deseo de los culés de despedir a lo grande a a un técnico que ha marcado una época de ensueño en el Camp Nou ha sido más fuerte. ¡Qué pena! Pero habrá otras finales; seguro.
Dos minutos ha durado la ilusión de un Athletic demasiado ansioso por enterrar los fantasmas de Bucarest. Nervioso y con un Barça a un ritmo trepidante, en modo avasallador, los bilbaínos se han encontrado con un gol en contra muy pronto. Eso era lo que había que evitar, que los catalanes se adelantaran temprano, como ocurrió con el Atlético en la capital rumano. Pero no ha sido posible. No habían transcurrido ni 120 segundos, y Pedro derribaba las esperanzas de los bilbaínos de abrir sus vitrinas para alojar un nuevo título. Un error de principiante de todo un campeón del mundo como Javi Martínez dejó el balón franco a Pedro para que fusilara a Gorka Iraizoz.
Palo de inicio. Golpe a la línea de flotación y a una moral de unos futbolistas que veían como, otra vez, su rival se cogía ventaja a las primeras de cambio. El Barça, por su parte, ha seguido a lo suyo. A mi por hora, e imponiéndose en todos los aspectos, sobre todo en un centro del campo huérfano para los rojiblancos por la ausencia de Ander Iturraspe -ni convocado- y Ander Herrera -salió en el descanso en busca del milagro-. Es imposible siquiera acechar el área de Pinto con un oponente a su máximo nivel, que recordaba a ese conjunto que ha llegado a ganar seis títulos en una sola temporada. El Athletic se pasó poco menos de media hora agazapado, intentando por todos los medios que los azulgrana se gustasen pero que no anotasen. Lo lograron hasta el minuto 24: entraron en acción el mago Iniesta y el fenómeno Messi. El albaceteño se sacó un pase milimetrado a las botas del argentino, que coló el esférico por el único hueco que dejó libre Iraizoz. 0-2. Una diana, además, que permitió ver una imagen histórica en el Barça; el abrazo entre Guardiola y su sucesor, Tito Vilanova (se volvió a repetir más tarde).
Con total justicia, los catalanes, que ejercían de visitantes, acariciaban el triunfo. Y lo remató Pedro -justo ha tenido que resucitar el canario contra el Athletic, vaya maldita casualidad-, para lograr el tercero. Ya no había nada que hacer. Pero ni por esas la afición vizcaína, que al menos ganó en cuanto a número de espectadores, ni tampoco el equipo bajaron los brazos. De hecho, los bilbaínos dejaron atrás esos nervios que les habían hundido las botas en el césped y se animaron a subir un poco más al ataque. Piqué hizo un penalti de libro, con un agarrón claro, a Fernando Llorente. Pena máxima y expulsión. Pero Fernández Borbalán miró para otro lado. Mejor no meterse en problemas, tuvo que pensar el andaluz.
La hinchada bilbaína seguía a lo suyo: animando sin descanso. Y en ese paso por los vestuarios, Bielsa apostó por los cambios: metió a Herrera e Íñigo Pérez por Susaeta y De Marcos. La calidad del exzaragocista, su visión, se plasmó poco después de arrancar la segunda mitad: con pase hacia Ibai Gómez que con una vaselina trató de sorprender a Pinto. Pero no. Como en Bucarest, no era el día del Athletic, que acumula seis duelos sin marcar. Otra vez. Para desesperanza de los aficionados que atestaron Madrid, que se agolparon en las calles de Bilbao y en toda Bizkaia. Muniain también la tuvo, y Llorente, con un cabezazo que se estrelló en un defensa. El Athletic lo intentaba. Ya sin presión, sin nervios, mejoró. Inquietó al Barça en momentos puntuales, pero también los catalanes pudieron aumentar su abultada recolección, con un Messi desatado en busca de una jugada maestra (el pie de Iraizoz evitó el cuarto), y Xavi e Iniesta dando su recital habitual.
Y así no se puede. Porque tampoco ha acompañado la suerte. Un centro de Ibai, ya sin Llorente en el campo con su puesto cubierto por Toquero, encontró la cabeza de Aurtenetxe: el esférico se marchó alto por poco. No había manera. Tercera final en poco más de tres años, tercera derrota. Y otra vez, el Athletic sin opciones, acomplejado de inicio. Y otra derrota frente al Barça de Guardiola, la décima en catorce partidos. Otra vez 0-3, como frente al Atlético. Pero todos estos datos, estos detalles, no deben ocultar que estamos ante una generación fantástica, una camada de muchos quilates. Sí, hoy, mañana, quizá la próxima semana, es la hora del llanto, de la tristeza, de expulsar toda esa rabia por la ausencia de éxitos en los duelos decisivos. Sin embargo, hay que reconocer que la mecha de la ilusión, la esperanza, se ha vuelto a prender en el entorno del Athletic. Por eso, nos debemos quedar con una trayectoria inmensa... Porque seguro que este equipo nos va a llevar a más finales. Por su calidad y por una afición entrega, que casi gritó más que la catalana al acabar el duelo. Y, por eso, esas finales llegarán muy pronto.
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